miércoles, 6 de febrero de 2013

Dejarse llevar.

Nadie elige de quién se enamora. Ni el cuándo, ni el cómo, ni siquiera el dónde. Pasa y punto, sin tú quererlo, sin esperarlo. De la forma menos imaginable posible. Y no importa si lo estabas buscando o si le estabas huyendo, porque cuando pasa, cuando empiezas a temer que esa persona pueda llegar a ser algo importante para ti, ya es tarde. Ya es algo importante.
Intenta evitarlo si quieres, constrúyete todos las murallas que te sea posible y mantente a alerta todo el tiempo. Pero algún día llegará alguien que te romperá todos los esquemas en cuestión de segundos y tú no podrás hacer nada para impedirlo. Simplemente te encantará la forma que tiene de hacerte reír, o el perfume que usa. Y poco a poco irás enamorándote de su sonrisa y de su costumbre de cantar por la calle. Dejará de importarte la opinión de los demás y te saldrá una sonrisa cada vez que veas un mensaje suyo. Se detendrá el tiempo cada vez que estéis juntos y querrás verle a diario. Y un día te pararás a pensar y te darás cuenta de que le quieres y de que te has enamorado hasta las trancas. Y pensarás en esas murallas que construiste hace un tiempo y en lo poco que te sirvieron. Porque el amor es así, ni avisa ni pide permiso.
Tal vez por ese motivo es mejor dejarse llevar, porque si va a pasar igual, mejor disrutarlo.

MIEDO

Miedo. Todo el mundo siente miedo en algún momento de su vida hacia algo. Bien puedes tenerle fobia a las arañas, o a los bichos en general. Puede que temas la oscuridad, o los espacios pequeños. Incluso puedes temerle a las alturas. Cada persona es un mundo, y eso implica que cada persona le teme a cosas diferentes. El miedo paraliza y en casos extremos te hace huir. Una persona con fobia a los bichos, cuando ve uno, lo más común es que salga corriendo. Alguien que le tema a la oscuridad, intenta tener siempre algún rayito de luz. Y si le tienes miedo a las alturas, estás siempre lo más cerca del suelo posible. Pero no solo tenemos miedo a cosas superficiales. Los peores miedos son de otra clase.
Cuando alguien llega a tu vida, y vuelve a despertar esos sentimientos que tanto daño te hicieron en el pasado, es cuando el miedo actúa. El amor es uno de los sentimientos más fuertes, pero también uno de los que más débil te hace. Y cuando eres débil es cuando más miedo sientes.A veces, alguien te hace daño, mucho daño, y te destroza de tal manera que te pasas meses recogiendo los pedazos para poder pegarlos de nuevo. Eso deja cicatrices que son muy difíciles de cerrar. Pasan los meses y tu corazón sigue dañado, dolorido por esa historia que solo te dejo magulladuras y recuerdos... Y entonces, cuando menos te lo esperas, aparece alguien que vuelve a despertar esas mariposas... Y es entonces, en el instante en el que te das cuenta de lo que puede pasar, es cuando aparece el miedo, y con el miedo, el bloqueo. 
¿Quién no ha sentido miedo nunca al dolor? Y más le temes aún si ya lo has sentido... Haces todo lo que este en tu mano para esquivar otra vez poder romperte... TODO. Una desventaja que tiene el miedo es que, al mismo tiempo que bloquea, ciega. Te impide ver cualquier cosa que no sea a lo que le temes. Y el problema está en que muchas veces, aquello a lo que le temes es lo que más bien te puede hacer. Pero cuando tienes miedo, lo menos que quieres es arriesgarte. Y no arriesgarte significa que no te dejas llevar... 
El miedo es fuerte, es capaz de hacernos perder grandes oportunidades, de romper relaciones y de hacer mucho daño.
A veces sentiremos miedo, muchísimo. Pero esa es la vida, el ser humano nació para sentir, y sin miedo, al fin y al cabo, no somos nada. A veces ese miedo nos bloqueará y nos superará, haciéndonos mas daño del que jamás habríamos imaginado. Y la única forma que tendremos de librarnos de él será enfrentarnos cara a cara. Enfrentarte a lo que más temes puede ser la tarea más complicada de toda tu vida, pero tendrá recompensas.

Begin again.

Es curioso. Cuando sales con alguien es como si dieras un cursillo intensivo sobre esa persona.. Sus gustos, sus manías, sus altibajos... Pero después, cuando todo acaba (porque lo hará, siempre lo hace) todas y cada una de esas cientos de lecciones y cosas aprendidas dejan de ser útiles y ya no nos sirven para nada. Y ahí llega la impotencia. Tú, que te has preocupado durante todo este tiempo de intentar llegar a comprender y saber llevar a tu pareja, ahora descubres que ha sido un trabajo en vano. Muy en vano. Y ¿qué hacer con todo eso qué sabes? De nada te servirá con otras personas, porque puede que a tu siguiente pareja también le gusten los macarrones con queso y no soporte que le veas llorar, pero no opinará igual sobre política, ni le gustarán las mismas cosas en la cama. Y esto es lo que nos cabrea tanto cuando acaba esa maldita relación. Ahora sois dos extraños que se conocen muy bien, que podrían enumerar todos y cada uno de los lunares de la espalda y que con solo miraros sabríais en qué piensa el otro. Pero a volver a empezar, a volver a conocer a otra persona, a aprender cosas nuevas. 
Pero ¿quién ha dicho que eso sea malo? Imaginemos por un segundo que todas las relaciones en las que nos embarcamos sean iguales, con los mismos gustos y costumbres. ¿Qué gracia tendría entonces? La parte más bonita de una relación es también la más difícil: CONOCERSE.