miércoles, 15 de diciembre de 2010

Una de esas tardes heladas.

Seis de la tarde y ya estás en pijama. Tienes el cuerpo congelado por el frío de ese invierno que empezará en apenas una semana. Miras el reloj y te sorprende que sea tan temprano. Es verdad, el tiempo libre te mata de aburrimiento. Decides enrollarte en una manta a escuchar música mientras lees tu libro favorito. En tus oídos escuchas la canción del momento y relees esas palabras de las que nunca te cansarás...De repente se cambia la canción y...esa canción. Esa que te trae tantos recuerdos, esa que te acompañó es malos y buenos momentos...tu canción. Y entonces ocurre...dejas el libro y te pones a atender a esos acordes con tus cinco sentidos. Sin darte cuenta te quitas la manta y la dejas caer mientras te levantas. Tus piernas te llevan hasta la ventana. Está nublado y el viento agita los árboles. Hace frío, pero tú no estás en esta tarde fría de finales de otoño... Estás en verano y un atardecer en la playa, o una primavera en un parque con la mejor compañía del mundo...o tal vez te encuentras en un otoño de hace años, cuando llorabas por ese desengaño, o en esas navidades inolvidables...a lo mejor estás en esa plaza, o en ese portal, o quién sabe si en ese cumpleaños o esa fiesta...Entonces acaba la canción y vuelves al mundo real. Los recuerdos se van con la melodía y te acuerdas que tienes frío. Se fue ese verano o ese otoño, también se fue ese parque o esas navidades, y ese desengaño o esa alegría. Todo se fue con la última nota...Se fueron para que recordaras que es pasado, que es casi invierno, que hace frío y que tú estabas leyendo. Dejas esos recuerdos y vuelves a tu libro, a tu manta y a tu invierno. Mientras lees te das cuenta de que esto no es mas que una de esas tardes en las que nos visitan los espíritus del pasado, no es mas que una de esas tardes en las que vuelves a llorar o a reír por cosas que creías olvidadas, que no es mas que una de esas tardes heladas.

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